viernes, 8 de octubre de 2010


Tarde, ya es tarde. Tanto que las agujas del reloj nos reclaman deudas infinitas rogadas al tiempo con la intención de pasar un rato más junto a él.
Él. Esa persona, ese que hacía que el mundo pareciera pequeño. Simplemente pasar el camino de mi dedo por su espalda era más largo que cualquier océano, y el recorrido imaginario de besos por el cuello se hacia más eterno que la iterminable cuenta de estrellas.
Los días eran simples segundos baratos, hacían falta miles de ellos para poder llegar a cansarse de estar allí, perdiendo la mirada en su mirada, sin esperar respuesta, porque no había preguntas, todo era eso, todo eras tú.
Y se fue septiembre, y los días
Eran más cortos, mucho más! Y cada vez costaba más mantenerte cerca. Quizás nunca lo estuviste del todo, por eso ahora no se me hace tan raro no tenerte.
Posiblemente nunca fueras mío, pero tampoco es tan estúpido pensar que quizás llegue el otoño y regreses a buscar algo de vida nueva, esa que decías que sentías al tenerme cerca. No quiero ser un simple ventilador, no quiero despegar la suciedad de tus paredes, no quiero hacerte sentir bien y sacarte las telarañas. No, ya no quiero nada de eso. Ya no quiero nada de lo que tú me dabas.
Los días son más cortos, pero eso hace que sea menos tiempo de lamentos, ya no me acuesto pensándote,hiciste cansino lo eterno. Y no quiero volver a sentirme así, loca de amor, muerta por no olvidarte. Quiero vivir dudando, sentir y enamorarme de cualquier sonrisa bonita, pasar por delante de la gente y perder los papeles, quiero notar que la vida no es vivir intentado hacerte feliz, ya es hora que alguien quiera hacerme feliz a mí.